domingo, 23 de octubre de 2011

Destello

De la oscuridad se observan los destellos de luz, en la claridad solemos ser ciegos ante ellos.

Y todo había empezado aquella tarde, queriendo salirse de sí. Tan oscuro se encontraba su ser, que ante la mínima intención de bondad, respeto, cariño, no lograba sino, alejarse de lo que quería hacer. <Quizás de intenciones vivimos pensando ser, pero en la realidad no lo somos, sino que nos alejamos aún más de lo que anhelamos> pensó aquel muchacho. 
Puesto que pensando no lograba sino alejarse de lo que deseaba, supuso que debía realizar hechos concretos para satisfacer a su más intimo deseo de lograr curar sus malas acciones, aunque éstas hubieran sido por inercia.
Más no sabía como obrar para bien, pues ya desesperado optó por salir a la calle. Intentó silbar como pájaro, como solía hacerlo en sus acercamientos a la naturaleza, pero más estos comenzaron a callar su divino canto, a alejarse de él. Aterrados quizás, temerosos de sus silbidos tal vez. Sentía así que su Dios lo odiaba, que la Naturaleza lo odiaba también, claro estaba que su alma estaba desesperada por volver a ser atrapado por Él y su respectiva expresión de divinidad, la Naturaleza. Curar sus amargas o diabólicas premoniciones de caer aún más bajo que la misma tierra.
Continuó caminando, ya rendido, ya aterrorizado de sí.
Llegó al rato a un parque, donde se encontraba repleta de familias; niños jugando con sus padres, ancianos observando apasionados, ya por dejar su descendencia el mismo amor que ellos sentían, ya por verlos jugar tan alegres; sin embargo, el muchacho sonreía y una lágrima le caía de su ojo izquierdo. Involuntariamente  se retorcía su ojo sin poder detener esos sucesos de inalcanzables alegrías de obtener cariño. Así su alma envejecía, sus pensamientos oscuros, llenos de envidia de no tener una familia con la cual poder compartir momentos. Lo raro era que él si tenía una familia de este estilo y la cual lo amantaría de amor y bondad, empero no lo confortaba sus parientes.
Al cabo de una hora de continuo rechazo hacia sí, encontró un anciano sentado en un banco, de reusarse a seguir viendo solo esa vida inalcanzable para él, se sentó a su lado. Como queriendo hablarle, sin saber como, esforzó su cara para aparentar cordialidad, lo que sorprendió al joven con una contestación <buenas tardes muchacho>. Y por tal manera el joven dirigió su mirada hacía su sufrimiento y encontró paz en solo un saludo. Puesto que le había calmado su alma continúo a hablar.
- Buenas tardes, no quisiera molestarlo. Sólo quisiera tener con quién poder hablar.
- No te hagas problema, yo estoy hace días esperando todas las tardes lo mismo. Así que estoy de acuerdo con tu propuesta. Dime hijo que anda pasando ¿es que acaso no encuentras en este hermoso día, en el viento, en los árboles, en los pájaros resguardo para tu alma?
- Algo así, presiento haberme convertido en un demonio, los árboles crujen en el palpitar del viento muy apresurado, queriendo apartarse, más sus raíces no lo dejan. Los pájaros, salen precipitados de mi lado, y yo intentando silbarles pretendo que vuelvan para tener aunque sea una respuesta, pero no vuelven.
- No debes hacerte tanto alarme querido, no tienes aspecto de tal demonio que hablas. Debes entender que tanto tú cuando intentaste saludarme yo también temí, todos tememos de los hombres, solo que a veces reusamos a comunicarnos y buscar resguardo de nosotros mismos en otros.
- Si eso puede que sea así, pero yo no encuentro persona con quien sentirme a tono, no logro encontrar resguardo en ningún lugar. Es lamentable mi situación.
El muchacho se larga a llorar, desquebrajando así su alma; el anciano cuidadosamente saca de su bolsillo derecho un objeto extraño, y levantándolo hacia su ojo reflejándolo en el Sol del atardecer comienza a observar y dice al cabo de unos segundos:
- Mira, esto es un objeto muy preciado mío, del cual en ciertos momentos de mi adolescencia lo utilizaba gracias al consejo de mi bisabuelo, hoy, espero que te ayude también a ti.
El joven, secando sus lágrimas logra calmarse y pregunta:
- ¿Qué es eso que tienes?
- Esto es un ‘destello’ o un ‘destello de luz’ como solía decir Enrique, mi bisabuelo. El anciano retomando su clara visión del día en que su bisabuelo le había hablado, le repitió lo mismo.
“Este destello de luz sirve para hacer que cada persona pueda observar el Sol de una manera distinta a lo acostumbrado, en forma de reflejo de sueños y fantasías. Debes saber por cierto, que estas fantasías o sueños pueden realizarse si tu lo deseas y lo ves. Cosas como estas son de extremo cuidado, ayuda a uno a calmar tu mente y a vivir una vez más, solo que esta vez tendrás un camino que seguir y dadas las circunstancias que te has enterado de esto, estás en todo el derecho de elegir por seguir ese  camino o no.
A mí me ha hecho bien, solo es cuestión de aprendizaje el dominar este objeto”.
El muchacho maravillado por aquellas palabras apaciguó su mente y su corazón, y al cabo del término de dicho discurso tornó para sí enamoramiento hacia ese objeto y hacia el Sol, quien daba ese poder mágico a ese objeto. Sin saberlo, estaba aprendiendo con tan solo haber observado lo que acontecía.
- Estoy dispuesto a aprender Señor, quiero salvar mi alma. ¡Enséñame por favor!
- Tranquilo muchacho, ya que te lo he expuesto este discurso y ya que has visto el Destello es mi deber enseñarte, puesto que así está determinado. Como primera enseñanza deberás saber que la paciencia y la persistencia son cosas que deberás dominar al cabo del tiempo. Deberás venir a cada atardecer a este parque, yo seré tu maestro. Y como primera búsqueda, deberás encontrar tu destello, ya que cada uno debe encontrar el suyo propio.
- Oh sí, seré paciente y buscaré el mío; pero ¿dónde lo encontraré? ¿cómo haré para saber que es mi ‘destello’?
- Tú sabrás donde encontrarlo, tú sentirás aquel mismo sentimiento que te inundó el alma al observar mi destello. Una vez que lo encuentres deberás llevarlo siempre contigo, pues el se cargará de energía al estar cerca de tuyo.
Así que ahora ve a buscarlo que mañana deberás traerlo contigo.

Así el muchacho se levantó del banco y con una sonrisa de agradecimiento y un <hasta mañana> se fue de regreso hacia su casa. Tantas dudas tenía German, ¿dónde podría hallar su propio Destello? ¿Cómo sabría cual sería? Podría estar pasando por su lado y no verlo. Sin embargo, tenía delante de sí un camino hacia dónde ir, una salvación para su alma, un maestro, y dicho sea de tantas preguntas se había olvidado de preguntar el nombre de su maestro, más no le importó sabiendo que podría llamarlo “Maestro”, siendo que él tampoco se había presentado como German Roshervalt, podría ser llamado “Aprendiz”.
Puesto a que en camino de regreso a su casa había estado observando hacia todos lados, en busca de su propio destello, sin embargo este no aparecía. Y de tantas preguntas su cabeza yacía cansada, siendo que también había tenido un día agitado, por lo que cuando llegó a su casa, no saludó ni a su madre, ni a su padre, ni a su hermana, sino que fue directamente a su cuarto a acostarse.
Ya al cabo de unos diez minutos pasados entró en un profundo sueño, del que tanta acumulación de imágenes y palabras tornó a idear su búsqueda en su sueño.
En su sueño se encontraba en un campo, rodeado de árboles de más de cien años de antigüedad, expertos en sapiencia. Estos se remontaban a la misma sabiduría que su Maestro poseía. Al cabo de un rato comenzó a resoplar y hojas de aquellas enormes arboledas caían; puesto que German rodeado de luminosidad y hojas, vio a lo lejos reflejado unos lentes. Rápidamente corría hacia aquel lugar, y mientras se acercaba a ese lugar la vegetación se tapaba de hojas, su cabello crecía, su rostro envejecía y su mirada era aún más anhelante en llegar a aquellos lentes, cuando llegó se sentó a su lado observándolos sin aún tocarlos. Su mirada era penetrante, anhelosa y deseaba con profundidad que sea su Destello. Cuidadosamente los levantó y notó que debajo de hojas yacía un libro, con sus manos procuradoras de intriga las quitó. Claro era un libro de tapa gruesa bordó tenía ya en su mano, éste decía “Destello de luz”. Con satisfacción abrió sus páginas, y con profunda alegría leyó una destacada frase:


“El aprendiz del Maestro sigue sus consejos, más este se guía por su profundo anhelo del alma.” 
                                                                                          Tu guía.

Al término de la frase, despertó de su siesta, sintió como en el sueño que su vida había transcurrido ligeramente, sin embargo solo habían pasado cuarenta minutos de profunda tranquilidad mental. Como no muchas veces le sucedía se acordó de lo vivido, y recordó aquella frase y aquellos lentes. El nunca había usado lentes, pero sentía ahora la necesidad de ver y con sus propios ojos sentía borrosa su visión. Salió de su cuarto, en busca de alimento. Había padecido hambre de largos años de búsqueda y hallazgo. Al llegar al comedor su familia estaba cenando y éste se sentó en su lugar. Notó que lo estaban esperando. Su plato estaba en la mesa.
German solía dormirse sin comer varias veces, pero su madre siempre colocaba su plato, varias mañanas se levantaba y veía únicamente su plato limpio en la mesa.
Así que comió con su familia, solo que luego de largas semanas de seriedad, German esta noche estaba brillando en su interior una sonrisa, que se reflejaba en su rostro. Ante la presencia de esto su hermana luego de la cena, le preguntó por que causa tenía esa sonrisa ¿habría conocido a una muchacha? –pensó Clara-. German solo contestó, tuve un lindo sueño; solo hace falta que lo haga realidad. Clara ante la respuesta de su hermano sonrió, notó la alegría de su hermano mayor y con gusto fue a su habitación a dormir, a hacer lo mismo que él había echo, soñar en grande, imaginar, y con tal sonrisa fue que su hermana durmió.
El muchacho, sin notar de la alegría que produjo a su hermana, seguía anhelante de encontrar sus necesitados anteojos, pues éstos a partir de su despertar, le eran necesarios, su visión se había vuelto borrosa. Fue al socorro de su madre, diciéndole:
- Madre, he de necesitar un par de lentes, estoy viendo mal.
- De acuerdo hijo, mañana bien temprano, antes de que valla al trabajo te dejaré en la óptica que está cerca de mi trabajo, así elegís unos. Cristina de seguro te los puede hacer para el mediodía así yo cuando vuelvo de trabajar te los retiro.
- Gracias madre, pero si los necesito lo más pronto posible.

Así al mediodía del día siguiente, ya elegido sus anteojos, y regulado su aumento consiguió similares anteojos a los de su sueño, aquellos eran redondos, de marco plateado y poseían poco aumento 0,25 del izquierdo y 0,75 al derecho.
Por lo cual German de puro satisfecho que estaba, al atardecer fue a compañía de su Maestro, quien nuevamente estaba sentado en el banco.
- Te estaba esperando joven. Ayer de nuestra escasa conversación olvidé preguntar tu nombre.
- German me llamo, German Roshervalt. El muchacho se sentó a su lado y preguntó cual era el nombre de su Maestro.
- Por ahora seré solo “Maestro”, y a partir de hoy tú te llamarás Aprendiz. Veo que has encontrado tu destello, ¿no es así?

Claramente el anciano había pronunciado lo que ayer el joven había insinuado, ser llamado Aprendiz. También con asombro su Maestro, había observado sus lentes nuevos, que llevaba puestos y ¿cómo sabía que aquel era su destello? Puesto a que el Maestro no respondía a sus preguntas de la manera que quería escuchar, decidió callar su pregunta, por consiguiente el muchacho respondió:
- Así es Maestro, lo he soñado y he adquirido unos similares.
- Cierto es que a mi me ha acontecido lo mismo, sin embargo yo he necesitado solo para mi ojo izquierdo, puesto que conseguí un monóculo. Ya que he quedado ciego del derecho, a causa de una lucha juvenil.
- Oh, debe haber dolido. Disculpa Maestro, pero en aquel sueño había un libro debajo de los lentes, en el cual había una frase que decía:

“El aprendiz del Maestro sigue sus consejos, más este se guía por su profundo anhelo del alma.” 

Sonriendo el anciano sacó de su bolso un libro, de su mismo diseño que el del sueño. German con gran asombro y recopilación del color opaco de aquel libro, notó su mismo color antiguo. Puesto que el anciano estrechó este libro a su Aprendiz, diciendo:
- Este es el libro Sagrado del Destello, debes aprender de él y hacer caso a tu alma. Sigue tus instintos y ya verás que rápidamente aprenderás a dominar su sapiencia.
- Gracias Maestro, leeré atentamente éste libro.
- Debes leer con continuidad, pero solo un capítulo por día, hasta que lo hayas leído por completo diez veces. Solo así dominarás sus enseñanzas, por lo pronto, no necesitarás de mi por un tiempo.
- De acuerdo, y cuando necesite de tí, ¿como te encontraré?
- Tu destello te guiará, será tu conector con la sabiduría al leer, será tu ayuda para ver, solo acuérdate lo que has vivido y solo así lograrás aprender.
- Gracias Maestro, haré caso a tu enseñanzas.
- Lo sé, lo sé. Ahora vete y dejemos que seas iluminado aún más en tu camino gracias al encuentro de tu Destello.

Así nuevamente German se apartó, con el Libro Sagrado. Fue así que decidió someterse a su enseñanza durante mucho tiempo, logrando aprender de cada escritura. Y al cabo de un año, recordó aquel día en que había descubierto aquella Filosofía del Destello, y comprendió que tuvo que perder la visión Divina y necesitar de su Destello para ser iluminado nuevamente. Al cabo de unos largos años, siguiendo su camino encontró varios jóvenes que perdidos en el camino pedían socorro como él. Y este sin llegar a sentirse Maestro, lograba ayudarlos reuniéndolos en aquel mismo banco donde solía conversar con aquel anciano, de quien nunca supo su nombre y de quien aprendió tanto.