viernes, 6 de abril de 2012

Juego, vida, filosofía, recortes de algún lado.

El juego de definir lo que se siente. Donde uno de los objetivos es: fingir vivir sin que se den cuenta de quién eres realmente, en otras palabras, mentir. ¿Quién no miente? Acaso, nuestra verdad, ¿no siempre es una mentira? -recorte de algún lado: "no es verdad, es mentira; es mentira tu verdad"- y cuanta verdad hay en mis mentiras... Es una hazaña que se ve cotidianamente, que se hace sin saberlo; y que, en muchos casos deberíamos aprender a hacerlo. Y vivir, tan solo es el silencio. Se podría definir en muchos casos. Alguien quizás me dijo, o quizás alguien despertó en mi hace mucho tiempo este pensamiento (no creo recordar cuál realmente fue lo ocurrido, "no quiero mentir, por eso especifico): las palabras tienen mucho peso, cuanto más callamos más decimos; el silencio puede hacer que el otro no sepa quién eres y que al escucharte sepa quién eres; sin embargo, no todo lo que dices o callas, habla de ti o de lo que quieras decir.
“Ella, la otra, la que no soy yo pero sin embargo siento que podría haber sido mi hermana[…] Lo ha dicho con firmeza, no como si hubiera jurado ante Dios, porque ya no cree en nada, cómo iba a poder hacerlo cuando ha vivido tanto tiempo como una persona que no debería existir.[…] Ella ha dicho que vivimos una época en la que nadie puede estar seguro del nombre de otra persona, nadie sabe ya de dónde viene ni adónde va. Sólo cuando se llega a algún sitio del que no hay que huir se puede decir el nombre verdadero, y el nombre de ella es Laurinda.” Página 277, TEA-BAG – Henning Mankell.
¿Quién podría vivir, cuando se siente mentido y miente sin saberlo, quién acaso sabe si a ciencia cierta son suyas las palabras o es una ilusión? Vivimos ignorando muchas cosas que cuando no lo ignoramos, nos lo replanteamos. ¿No sería injusto? ¿No nos estaríamos contradiciendo una y otra vez? Y es por eso que después nos reclama mucha personas: “que somos contradictorios”, si lo somos, pero probablemente no está en “ser o no ser” –valga la redundancia de lo que dije- y tal vez, en aceptar las consecuencias de lo que somos hoy, lo que fuimos y lo que seremos, y al mismo tiempo no pensar en ello. Vivir. Jugar, con las palabras, con las personas (aunque muchas personas hayan escuchado esto de otros, y suene no muy dichoso de ser leído ahora). Para jugar, para vivir, para amar, hay reglas: no impuestas, si a elección de cada uno. Somos libres de elegir, y de verlo de una manera en la que no afecte al otro. Como todo en estos días, como todo en esta vida: difícil de llevar a cabo. Pero no imposible… pero no imposible. Y deberíamos gritarlo para que lo escuchemos de nosotros y no de nuestra “lectura”, aunque hace una semana me dijeron que muchos afirman que eso tiene un sonido para nosotros que es un “habla interior”.
O al menos, hoy siento eso. O al menos, esas son las palabras más acertadas a lo que siento, dentro de mi dialecto actual.