lunes, 13 de febrero de 2012

Una retórica de ánimos: contratiempo de mi vida.

Puede que lo vea yo como una carga negativa hoy, puede que sea tan solo por acompañar a mi madre. Salir a caminar, es un problema; y esta noche paso a demostrarlo; o tan solo sea el mío, o el de esta noche.
Llegué a las ocho y cuarto, aproximadamente. No especifico bien, porque no vi el reloj al volver de las clases de “tap”. Que por lo visto, no me fueron muy bien, me sentí una bestia cargando los zapatitos con sus emplomaduras de caballo. Aunque solo sea una expresión, porque no las utilicé. Y aunque me gustó la clase a pesar de no coordinar acorde. Luego de intentar levantarme en el ex-columpio al lado del árbol (ejercicio de brazos), mi madre pregunta: “¿me acompañas a caminar?”, yo como siempre a la defensiva pensé: “ni loco iría a caminar, ¡menos con vos mamá!” o aunque sea ahora se me ocurre, sin embargo dije o adulé que la acompañaba. Entre las vueltas (seis o siete) tres estuve corriendo, sin ella. Luego, porque siempre es cuando es luego; esa angustia de decirse a uno mismo: ¿para qué fuiste, si sabías o al menos lo intuiste que no ibas a quedar anímicamente contento?
Tal es el caso, que hoy gritaría a los cuatro vientos: NO QUIERO HACER EJERCICIO, y menos con mi mamá.
Ella quizás lo haga por su colesterol, por pasar a “las chicas que caminan todos los días”, o tan solo para ir y hablar de la vida de ellas o de las demás, con sus amigas. Yo no le veo ninguna gracia, jugar como niño y competir, o al menos nunca lo vi como algo positivo: “tratar de ser mejor que el otro”, aunque muchas veces, no lo niego, me veo a la tentativa o con rencor por no ser mejor que la otra persona. Pero eso es parte de otro tema: aceptar lo que somos y que los demás sean.