viernes, 23 de diciembre de 2011

Carta desde los segundos, al desmayo eterno

No me pidas aliento, si no se apagó el fuego y aún quedamos dentro. Aún se escuchan las voces de los desesperados, pedimos auxilio y estamos aprisionados. Lograremos salir de este encierro cuando las puertas se nos abran, pero "¿qué más da que estén abiertas si es como si estuvieran cerradas con siete cerrojos?"
El grito continuará, hasta más no poder. Las nubes se enloquecen si no salimos, mi perro ladra, mis ojos claman silencio, ¡no lloren más, ya el dolor va a terminar y nos perderemos en el viento! Sentiremos el dolor calmarse, la paz aumentar con cada llamarada que nos queme sin cesar. No, no puede ser más fácil sentir la liberación.
Dejaremos que nuestros libros se quemen, nuestras pinturas ardan sin más remordimiento, y yo me quedaré mirándote como te marchitas, ¡oh hermosa mujer!, ¿por qué tiene que terminar así? Mis ojos se enrojecen, se marchitan con el incienso plástico. Mi pié ya está inmóvil, no puedo moverme: una chapa acortó mi andar, me tienen encerrado, aún en mi propia casa. Aquellos siete cerrojos me han aniquilado por completo, me he encerrado yo mismo, nos hemos perdido dentro de una ciudad controlada por brújula…
No nos dio siquiera tiempo para cumplir los Mandamientos, no hemos siquiera aprendido si este era nuestro Destino; aún más, si nuestro Dios nos perdonará por habernos creído esto, por haber vivido sin remordimientos, pero sí con odio de los demás: por el intento de vivir en la imaginación y querer expresar todo en un simple juego teatral. Donde no existe más que la imaginación y nuestras alas para volar.
Seré bueno, o seré malo, pero no soporto verte así en llamas, no soporto dejarte ir. Realmente siento esta opresión y no quiero mentirte. Yo me iré primero. Lo sé, no pensabas que fuese así: me voy y sin avisarte, me voy y no es el trato acordado. Perdona mis inquietudes, perdona mi desorientación o mi visión de las cosas, lo he intentado todo por vivir libre, pero me he quedado en la idea y he fracasado, como siempre. No llores, nos encontraremos en el desmayo eterno, al menos, seguiré con la idea de poder darte lo que no te di, o lo que pensé en darte y no lo hice. 
Me despido, me alejo de nuestra casa, de nuestro hogar; de aquí de donde vivimos tanto tiempo, y donde fueron solo semanas, quizás más de unos meses; dónde perdimos nuestro miedo a volar juntos, y dónde nos perdimos juntos; te lo recuerdo una vez más, te quiero, y espero encontrarte en nuestro desmayo eterno, en nuestra idea, en la realidad. Cumpliré nuestro prometido, no lo sé cuando, solo sé que lo haré.
¡Adiós mi niña! ¡Adiós amor! ¡Adiós vida!

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