jueves, 16 de junio de 2011

De estrellas y lunas, nace mi locura.

Ese mismo día, Agustina y Ezequiel, por la noche decidieron, reunirse a la medianoche, a pesar de corromper las reglas de sus padres, intentando avivar una noche más esa misteriosa llegada de lluvia de estrellas, autenticar un verdadero amor, comprometerse a observarse, por siempre en esos manantiales espaciales, donde muchas predicciones surgieron, donde muchos amores nacieron y dónde a muchas constelaciones les nacen flores, apasionando con su aroma de mentas, devolviendo la alegría a nuestras vidas, contemplando la naturaleza misma, que se ilumina por su bonita expresión fugas. lluviadeestrellas
Allí se encontraron esa misma noche, Agustina, quiso aguardar hasta que su propio hermano, quien casualmente o causalmente, tiene el mismo nombre que su amado juvenil, siendo las once de la noche, decide preparar su bolsa de dormir, para escaparse esa noche. Sabía que Ezequiel lo estaría esperando en la esquina de su casa, once y media, esperando y contemplando el enfermizo placer de aguardar el destino, a su amada. Así fue, que Agustina, llegando cinco minutos tarde, detallados por la precisión del tiempo, se encontraron, sin embargo, todo lo mágico se decaía al oscurecer la esquina, al llegar a la deriva esa niña, quien acudía a su melancolía y a vivir estructuradamente en su acogedora vida, sin querer demostrar lo que realmente siente; sobresaltados, corrieron, debido a la lluvia incesante, causa que demostraría el mal ánimo de la muchacha.

Rápidamente llegaron a la rambla, ocultaron su desconfianza del porqué no se vieron en la semana, del porqué no pudieron hacerse un lugar. Se recostaron, tranquilos, con cautela se abrazaron y se tomaron de la mano, era ahí cuando se encontraban observando la luna; esa como otra de las noches de invierno, cuyo final, atormenta el frío, compensando una sequedad, con abandono, como una planta marchita que deja de florecer, intentando conquistar con su mejor poesía a los vientos, observando la simpleza de una estrella, tan solo una que logró caer, tan solo una de ellas conquistó su corazón, su razón.

Su excalibur había dejado de tener valor, ya había sido conquistado ese continente, no había más universo que recorrer, acabado el traslado y dejando de lado los pensamientos, optó por plantear toda la desdicha. Acusándola por no aparecer en la semana.

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